Las
TIC ofrecen al campo educativo una diversidad de herramientas que al ser
utilizadas de manera adecuada y bien dirigidas pueden ayudar a obtener buenos
resultados en el aprendizaje de los estudiantes. Si se hace una comparación
entre los recursos gráficos que tradicionalmente se han venido utilizando en
los procesos de enseñanza, tales como carteles, láminas, tableros, fotocopias,
libros, discurso del profesor, etc. y aquellos que se derivan de las TIC, como
los software, simuladores, aplicativos, animación, Internet, entre otros, es
evidente que los últimos tienen ciertas ventajas, pues en ellos se pueden
integrar los textos, sonidos, animaciones, imágenes, videos, lo que se conoce
como multimedia.
Una red social
es una forma de representar una estructura social, asignándole un grafo, si dos
elementos del conjunto de actores (tales como individuos u organizaciones)
están relacionados de acuerdo a algún criterio (relación profesional, amistad,
parentesco, etc.) entonces se construye una línea que conecta los nodos que
representan a dichos elementos. El tipo de conexión representable en una red
social es una relación diádica o lazo interpersonal, que se pueden interpretar
como relaciones de amistad, parentesco, laborales, entre otros.
Uso de las TIC y proceso enseñanza y aprendizaje educación superior
Los
procesos de innovación respecto a la utilización de las Tecnologías de
la Información y la Comunicación (TIC) en la docencia universitaria
suelen partir, la mayoría de las veces, de las disponibilidades y soluciones
tecnológicas existentes. Sin embargo, una equilibrada visión del fenómeno
debería llevarnos a la integración de las innovaciones tecnológicas en
el contexto de la tradición de nuestras instituciones. No podemos
olvidar la idiosincrasia de cada una de las instituciones al integrar las TIC
en los procesos de la enseñanza superior, tampoco que la dinámica de la
sociedad puede dejarnos al margen.
Se
hace imprescindible partir de un análisis del contexto donde la
innovación se ha de integrar, ya sea desde el punto de vista geográfico
(la distribución de la población, la ruptura del territorio en islas como es
nuestro caso, las condiciones socio-laborales en las que nuestros posibles
alumnos se desenvuelven) pedagógico (nuevos roles de profesor
y alumno, mayor abanico de medios de aprendizaje, cambios en las estrategias
didácticas), tecnológico (disponibilidad tecnológica de la
institución y de los usuarios, etc.) o institucional.
Por
otra parte, conviene aclarar, y más hablando de universidad, que
innovación no siempre es sinónimo de investigación. Cuando Morin y
Seurat (1998) definen innovación como “el arte de aplicar, en
condiciones nuevas, en un contexto concreto y con un objetivo preciso, las
ciencias, las técnicas, etc.”, están considerando que la innovación no
es solamente el fruto de la investigación, sino también el de la asimilación
por parte de las organizaciones de una tecnología desarrollada, dominada y
aplicada eventualmente a otros campos de actividad, pero cuya puesta en práctica
en su contexto organizativo, cultural, técnico o comercial constituye una
novedad.
Así
pues cualquier proyecto que implique utilización de las TIC, cambios
metodológicos, formación de los profesores universitarios, entre otros,
constituye una innovación. En este sentido, creemos que aquellas
universidades que no contemplen cambios radicales en relación a los medios
didácticos y a los sistemas de distribución de la enseñanza pueden quedar fuera
de la corriente innovadora que lleva a las nuevas instituciones
universitarias del futuro. Y estos cambios pasan obligatoriamente por lograr la
enseñanza de nuestras universidades convencionales más flexible.
El
uso de las TIC en la educación superior debe contribuir a logro de una
producción y gestión más eficiente
del conocimiento, al
desarrollo de competencias comunicativas e investigativas,
al fortalecimiento del trabajo colaborativo
mediante redes y en general al
desarrollo de las potencialidades de los alumnos.


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